Clase alusiva con la docente Nélida Armando. En los bancos, Delia Puyó, Nelba y Chichí Proenza, Ana María Barrocal, Lulo Alvarez, Aida Proenza (Nenucha) y detrás Camilo Alvarez
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Vengo en busca del saludo cordial, la serenidad y la cordialidad de la gente de mi Pueblo, y amaso la memoria y junto las ideas que andan volando como bandadas de pájaros para disfrutarla con los amigos, por los senderos de las calles, las veredas y la plaza de mi Pueblo que caminé, y estas cosas están fundidas y adheridas a mi cuerpo, como el perfil de mi madre, y con este retroceso en el tiempo, estoy entrando a la Escuela, mi segundo hogar, y desde el fondo de los años que se fueron, quiero rescatar el tiempo del guardapolvos blanco, el tiempo que me apliqué al verbo aprender.
Hoy me parece regresar de unas largas vacaciones y al trasponer la puerta de la escuela me encuentro con mis compañeros de tareas y juegos y están reciclados en mi memoria los apellidos de los hermanos Salvatierra, Olano, Pieri, Otermín, Corvalán, Puyó, Proenza, Magallanes, Woodman, Arce, Fementini, Nicolás Bonnot, Medina, Balonga, Guzmán, Massa, Averasturi, Ceballos, López, Baroni, Balerio, Diplácito Navarro, Rivas, González, Gómez, Ratto, Grossi, Zanotti, Armando, García, Gorosito, Arroyo, Rodríguez, Barrios, Ríos, Canavesio y otros que la mezquindad de mi memoria me los está negando.
Era un ramillete de pibes de la Estación, de las quintas linderas y del campo, que llegaban en sulky o montados en caballos y ese bullicio en el patio bajo la enorme planta de cedro, donde juntábamos las bellotas caídas. Y al primer campanazo todos nos dirigíamos a formar fila, saludando a la bandera con la canción Aurora y entrábamos el aula con el "buenos días señorita".
Me veo sentado en el banco apoyando los codos en el pupitre, a mi lado Manolito González, adelante Jorge Puyó y Aldo Pieri y atrás Mauricio Diplácito y el "gringo" Arce. En el medio del pupitre, insertado en un agujero, el tintero -que nos obligaba los días sábado a borrar con papel de lija los borrones que nuestra imprudencia ocasionaba.
Veo el mapamundi sobre la biblioteca, el cuadro de San Martín al frente precedido por el de Manuel Belgrano y a un costado el de la Primera Junta.
Flores sobre el escritorio y de pie, con la elegancia de su estatura y la dulzura de su trato, al lado del pizarrón, con el borrador en la mano izquierda y una tiza en la derecha, mi inolvidable maestra de primer grado, la Srta. Aurelia Castorino, la que guió mi insegura mano en los primeros trazos a lápiz, esos palotes derechos, inclinados o atravesados que a veces se salían del cuadriculado de la hoja.
Tengo presente a la Srita, Directora Elena Garmendia, de caracter fuerte y que vivía en la escuela; y en los grados posteriores a Isabel Rodríguez, la Sra. Sánchez de Vázquez, la Srta. Elba Paglia, la Srta. Casanova y la más joven, Nélida Armando; todas ellas nos prodigaban amable y cariñoso trato, que con sensibilidad iluminaban nuestro cerebro, nuestro corazón y nos abrían el camino, señalándonos el sendero que nos llevaba a la meta del saber, con esas lecciones que nos explicaban y atentamente escuchábamos con la mejilla entre las palmas de las manos y si habíamos entendido levantábamos la mano con un "yo señorita!", caso contrario, nos encogíamos en el banco para que no nos llame.
La docente Elba Paglia (al centro), Nenina Boneto y Lulo Alvarez durante la fiesta del Centenario de la Escuela Nº 2 de Estación Arenales, 5 de septiembre de 1998.
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Con todas ellas ingresé al mundo de la lectura, la caligrafía, aritmética, geografía -con el dibujo de los mapas del territorio- y comencé a tutearme con apellidos de los próceres de la historia de nuestra patria.
Me veo salir al recreo con mis compañeros jugando a la "chapita" que traían los chocolatines "kelito" y "Starosta", jugando a la "payana", la"bolita", el "chafle" y las chicas que ocupaban una franja del lado derecho del patio, jugando a la "mancha", el "Martín Pescador", el "arroz con leche", el "tejo", cantando y haciendo rondas.
Y en esos entretenimientos nos sorprendía el tañido de la campana que nos llamaba a la realidad, al reinicio de la clase.
Ingresé a la escuela en 1933, estaba frente a la plaza donde quedó parte del mundo de mi infancia, con ilusiones viajeras y en esa invisible línea que une el presente con le pasado, oigo resonar aún las voces, las risas, los pasos conocidos de mis compañeros, y siento dolor y lágrimas; son los valores de la infancia los que hacen volver a soñar, y me pregunto por qué el destino se llevó tan jóvenes a algunos al camposanto, donde los recuerda una placa y una flor, y entre qué caminos y laberintos perdió la vida a muchos de ellos, que el destino na ha posibilitado el reencuentro.
Hoy desde el rincón de mis silencios elevo este recuerdo nostalgioso para mis maestras y compañeros de Primaria.
Texto: Fragmento de las palabras dichas por el autor durante la fiesta conmemorativa del centenario de la Escuela Nº 2 de Estación Arenales - 5 de septiembre de 1998
2 comentarios:
Qué post tan emotivo!!
Me produce muchísima admiración la excelente memoria, recordar hasta el lugar en el que se sentaba cada compañero, qué maravilla.
Seguramente la clase alusiva habrá sido bellísima.
Cómo se jugaba al "chafle"?
Un abrazo.
MARINA: Gracias.
Sí, es sorprendente su memoria. Y fue muy emotivo cuando leyó estas palabras en el acto del centenario de la escuela porque los concurrentes iban recordando y haciendo exclamaciones.
La clase fue muy emotiva también.
Tengo material filmado pero en VHS, pronto lo haré pasar a digitar para poder colgarlo del blog.
Te debo la respuesta, cuando he hablado a casa olvidé preguntarlo.
Un abrazo.
Lilia.
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